Blade Runner 2049, 2017
Dos partes bien diferenciadas.
El filme realiza una correlación muy parecida a la que ya
hiciera James Cameron con “Terminator 2”,
es decir, Deckard durante la película original es un humano que se plantea si
es un replicante, y aquí el agente K se lo plantea al revés.
Una sinopsis, tal vez más concretada y acertada, podría ser: <<El agente
K, un replicante moderno, creado para buscar y retirar a los replicantes
viejos. En medio de un caso nuevo le surge la duda sobre su existencia, sobre
lo que conoce, sobre si sus recuerdos son reales o no y comienza un viaje que
nos llevará hasta lo desconocido. >> También os digo, me quedo corto.
Dennis Villenueve (La
llegada, 2016), se mueve como pez en el agua. A parte de realizar ese
particular símil con “Terminator 2”,
el resto de la película se mueve entre las luces y las sombras. La primera
parte del filme es muy baja, es decir, en “Blade
Runner” original, todo acto, todo suceso que veíamos en pantalla, aunque
pequeño, suponía un avance en la historia, un paso adelante. Más pequeño o más
grande, pero lo daba. Aquí, Villenueve, en la primera parte del filme se mueve
despacio. Todos sabemos a dónde queremos llegar, pero reitera en
tres ocasiones distintas una afirmación, sí, relevante, pero que se
queda corta al final del filme. Después, cuando ocurren por fin los sucesos que
desencadenan la verdadera naturaleza del filme, se eleva y funciona,
no solo porque ya aparezca Harrison Ford, si no porque retoma ese espíritu del
filme original, que todo suceso tiene su consecuencia y toda consecuencia su
momento perfecto.
El guión de Hampton Fancher (que repite como guionista y
continuador de la saga) y de Michael
Green (Logan, 2017) sigue siendo
igual de confuso que su homologo original. ¿Qué dudas quedan resueltas? ¿Hay
algo de verdad en las imágenes que vemos, en las frases que se dicen? No se
sabe y eso es lo bonito, que no necesitamos saberlo. No necesitamos que haya
siete montajes posteriores de la película para que nos volvamos locos o
entendamos algo más la historia, en este caso, el guión está tan sumamente
mimado y tratado que ya nos da para mil conjeturas y brechas.
Actores…, benditos actores. Ryan Gosling, me recuerda mucho
al personaje que interpreta en “Drive”
y consigue ser impasible y seco cuando le pide la cámara que lo
sea. Nunca se excede en sus emociones, incluso cuando se enfada y
grita sigue siendo seco y distante (como una máquina). Harrison Ford…, ¿qué queréis que os diga? Está mayor, está curtido, es Deckard y siempre será el
agente Deckard. Ana de Armas, es un buen descubrimiento, no hace mal papel y
sabe compartir cámara muy bien con Gosling, tienen química entre ellos y
funcionan. Jared Leto, por ejemplo, vuelve a sobrepasarse en su actuación, yo
entiendo que sea un actor de método y el director le deje hacer lo que quiera
hacer, pero en este filme no le han recortado sus escenas (como le ocurrió en El escuadrón suicida),
aquí directamente tenía tres escenas y quería ser un mito en esas tres escenas
y se estrella contra su propia sombra porque creo que exagera cada una de sus frases.
Me gusta el punto a dónde llegamos, porque quiero destacar,
para que lo viváis cuando vayáis al cine a verla, la fotografía del filme. No
ya los efectos visuales y demás, no, quiero decir exclusivamente la fotografía, perfecta, que nos ofrecen. Colores naturales, no están forzados ni retocadas
por VFX, son así y son creíbles. Tiene unos contrastes muy duros, muy
fuertes, que pegan con ese mundo frío y sin sentimientos que nos quieren
mostrar. El sonido, es un sonido completamente envolvente, que desde el primer
momento te transporta a esa ciudad futura sin futuro.
En general, la secuela no está mal. Es una buena secuela, para volvernos más locos en este universo. Además, añade un componente de
bioética y de utilización de robots bastante curioso, a la par que complejo, y ahonda mucho más en ese tema que su primera parte.
Nota: 7/10